Siempre he pensado que el cine puede resultar muy terapéutico. En momentos realmente críticos, momentos en los que la vida no es nada agradable, diría más bien que se vuelve insoportable, de pronto, al ver una película he pasado como por arte de magia, del trance del desamparo al respiro del consuelo. ¿Cómo puede ocurrir esto?
No han sido pocos los terapeutas que, a través de la formación en terapia Gestalt, nos han hablado de los mensajes universales que estructuran una buena película, con un buen guión y una buena historia. Estos mensajes nos hablan de nosotros como seres humanos que, aún en la diferencia individual, compartimos experiencias genuinas de miedos, pasiones y procesos. Encontrar esto en el cine nos sana.
Uno de los aspectos más poderosos del buen cine es su capacidad de recrear arquetipos. Jung hablaba del arquetipo como “supuestas vivencias ancestrales, situadas en el inconsciente colectivo, transmitidas hereditariamente y referidas a los grandes problemas con los que se tiene que enfrentar toda persona: la muerte, la vida, el sentido de la existencia, la autenticidad, el amor, el deseo, lo masculino, lo femenino… Los arquetipos (“la sombra”, “Dios”, “el anciano”, “el héroe”, “el tesoro”…) son imágenes o metáforas que expresan simbólicamente las actitudes antes dichos problemas”.[i]
Pasar por una crisis es perder de alguna manera el sentido de la existencia[ii], es estar perdido y es sentirse solo. Igual que la psicoterapia supone hoy en día una alternativa a esta necesidad de brújula para encontrarnos de nuevo, el cine, a través de sus historias, puede ser una fuente de inspiración en nuestra búsqueda interna. Tal vez el cine, por un momento, nos recuerda que no estamos solos y nos permite soñar en compañía.
Berta Matarán Peñarrocha
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[i] (Diccionario de psicología científica y filosófica http://www.e-torredebabel.com/Psicologia/Vocabulario/Arquetipos.htm.)
[ii] Francisco Peñarrubia. Taller “Las cuatro caras del héroe”